martes, 12 de noviembre de 2013

Ludovico Einaudi - Nuvole Bianche

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Y si quieres que mi corazón esté aquí,
basta con que cierres los ojos y así después,
...
suspiros y lágrimas,
ya no tengo amor,
tú eras mi bien.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Días como este.


...
Días como este, me gustaría decirte que todo marcha bien o, que todo se pondrá mejor, que seguiremos soñando maravillosamente como en tiempos pasados. Pero no.
Hoy por ejemplo, no tienes una idea de cuanto me esta costando escribir esto, y no me malinterpretes, deseos me sobran. Sabes que me gusta mucho escribir y sobre todo leer. Pero mi cuerpo hace mucho que se ha vuelto en mi contra. Me ha traicionado.
Me duelen mucho los dedo con tan solo unos cuantos teclasos, se me quebranta horriblemente la moral, al despertar y a penas poder sentir las piernas y muchas veces ni siquiera soy capaz de moverlas. Me duele a morir la cabeza, me cuesta demasiado dormir y por tal razón me duelen todo el tiempo los ojos. Ya ni siquiera puedo leer largos tiempos como antes.
Disculpa si esto que escribo suena tan solo a quejas. Perdóname, es solo que hay veces que ya no resisto y no tengo a nadie con quien hablar.
Pero,  ¿sabes cual es realmente mi miedo y la vergüenza?
Es que con todo esto se que he cambiado mucho y, sinceramente no creo volver a ser nunca más como antes. Yo soy una buena persona. No tienes idea de cuánto daño le he causado  con todo esto. Literalmente he causado mucho daño a mi paso y me duele de sobre manera que sea precisamente a las personas a quienes he querido tanto.
No imaginas cuan doloroso es que te levantes un día y, ves y sientes que todo está bien, te sientes bien, te ves frente al espejo, respiras profundo y te dices a ti mismo: “Me siento bien, estoy bien” y sin darte cuenta haces planes y sueñas, desde cosas tan simples, pequeñas y sencillas, por ejemplo desear comerte algo que se te antoja, quizá ir al cine, tomar un café, correr en bicicleta, o simplemente dar un paseo a pie, tan igual como tener aquellos grandes anhelos de vida. Pero entonces pasado unas cuantas horas, quizá con un poco más de suerte y fortuna, alcanzas el bienestar y la paz por un día… pero luego, luego vuelves a caer de golpe, con más fuerza, con furia, caes casi acabado, ya sin rasgos de algún animo ni fuerza, ni voluntad para poderte levantar de nueva cuenta. Pero no mueres, aun vives, como si ese alguien o ese algo se empeñara en que te quedes al borde del dolor extremo y la salvación porque pareciera que es la peor forma para hacer sufrir a alguien.
Aquí estoy. Tan de mal animo como otras veces, no te llamo ahora, ni te escribo porque desearé tanto un desahogo (…en tus brazos) y llorar, llorar hasta el agotamiento. Entonces verías cuan acabada estoy y me siento, y seguro también a ti te estaré causando un daño.
Tienes muchas cosas que hacer y en que pensar. Tienes que dirigir y administrar tus sueños de vida y conseguirlos.
Yo, en el estado como en el que estoy ahora, he herido a mi madre con gestos, con silencios, con palabras. Por ella me duele más que por el resto. También ella ha perdido la paciencia y se ha desahogado. Hemos llorado cada quien en su propio espacio. Espero que algún día me perdone y pueda entender que nunca ha sido culpa suya, y tampoco mía.
Sé que ella cree que me he vuelto muy fría, cruel, que tal parece que acabé con mis propios sentimientos, que ya nada ni nadie me interesa. Lo sé, mis hermanas me lo han dicho. Yo no lo he negado ni me he defendido. Creen que ya no sufro por nadie más, que solo lo hago por mí.
… si supieran.
Como te he dicho, me duele y me avergüenza mi estado. Me duele no tener siquiera el derecho de arrancarme de mí misma. Me duele no saber para donde jalar, y tampoco ser capaz de quedarme en este estado de inutilidad.
No te mentiré. No tengo la menor idea de por donde ira esto a parar.  Esto que soy yo ahora.

Me he desprendido tanto de todo y de todos. Me duele hasta el último punto de mí ser, decirte que te extraño, extraño tanto ser la que era, estar en donde estaba. Yo… yo ocupaba un espacio en el corazón de alguien y pensaba que (posiblemente) ese “alguien más” me echaba de menos y necesitaba.


                                                                                                                                                   Li.Lo.



jueves, 17 de octubre de 2013

-Se busca -

 

Yo no bebo licor ni fumo, no consumo drogas, tampoco sufro de ansiedades por la comida, no soy adicto a la televisión,  menos a la internet. Pero, bajo estas circunstancias, a algo debía aferrarme y… recordando cuanto te empeñabas en que optara por la tarea de escribir. Hoy me he animado y lo intento en tu honor. Llevo días tratando de escribir algo decente; pienso, me enojo y algunas veces lloro sin control. Me he detenido tan solo para ir al baño, comer y dormir algo. Si con esto no consigo desahogarme seguro entonces, moriré.
Un día lluvioso de junio, hace dos años,  optaste por aislarte de la vida. Harta y oprimida del torbellino de las cosas de a diario que empezaban a apoderarse de todo. Dejaste de comer con regularidad, renunciaste al trabajo, te alejaste de tus amigos y te olvidaste de sonreír.
Te volviste una persona invisible en todo el sentido de la palabra; invisible para los demás, invisible para mí, inclusive para ti.
Yo traté de encontrarte. Te busque y aun sigo en tu búsqueda,  para mí nada ha cambiado, excepto que ahora solo me encuentro con tu ausencia.
Todo este tiempo me he sentido completamente solo. Sigo tratando de vivir con tenacidad y constancia, pero últimamente todo resulta inútil. Aprieto con fuerza los dientes al recordar aquella frase que decías cuando solía flaquear en los momentos como este (aunque pensándolo bien, nunca hubo un momento tan de pena como este): “tú eres inmune al mundo”. Hoy, si lo escuchara de nuevo, a viva voz de ti, te juro que vuelvo a mostrar la sonrisa ancha que tanto me alagabas... ¿Ves porque me hace tanta falta tu regreso?, necesito que vuelvas a ocupar tu espacio bajo tu misma forma de antes. Sé que cruelmente el mundo ha rotado en contra tuya, lo sé. Te estrellaste tantas veces y yo, por más que quise no pude hacer nada para evitarlo porque nunca logre atravesar esa vía de dolor. Ahora quien vive como un fantasma soy yo, en una casa pequeña que últimamente me parece enorme. Por momentos me siento preso de un letargo emocional que me termina incapacitando para cualquier forma de acción. Pero, ¡sigo aquí! Y tú… te has ido.
Nunca fuiste mujer de rutina, a excepción de tus mañanas de deporte antes de ir a trabajar. Te esmerabas todo el día y siempre sonriente aunque al final la tarde el cansancio luchaba por derrotarte. Me encantaba ver tu sonrisa juguetona, tus cabellos alborotados, tus gestos con la taza de café en la mano y esa emoción cargada de cuando hablabas de los  libros, aah… tus libros, que ahora se encuentran regados con el misterio y la incertidumbre de si los  volverás a abrir. Había tantas cosas en ti que me hacían tanta gracia, pero eran especialmente esos pequeños detalles los que me hacían quererte y admirarte tanto.
Tengo miedo de enfrentar a esta vida en tu ausencia, condenado a sobrevivir en un mundo al que tampoco yo creo pertenecer ahora. Este silencio tuyo ya no me resulta conmovedor, todo lo contrario, me parece horrible.
… ¿Te das cuenta de cuan intolerable se ha vuelto todo esto?

He visto a tu amiguita de la vecindad esta mañana, al verme ha levantado una mano y me ha saludado, también sus ojos lucen sin brillo y una sonrisa opaca. Se ha acercado para hablarme, pero no habla, se limita a mostrarme una fotografía que aguarda en un bolsillo. Eres tú y ella, ambas sonriendo. Al reverso de la foto habías escrito: Such us life.
… me has puesto tan cerca de las lágrimas. Las he derramado.

 C

sábado, 12 de octubre de 2013

Mi amigo el jazzista

 Antonio Monterroso es un músico guatemalteco, a quien (me consta) le ha costado cada logro obtenido hasta la fecha, pues hoy día, no solo en nuestro país sino en cualquier lugar del mundo, dedicarse a las artes, y escoger ese camino, la carrera  tan de tu corazón, no es tarea fácil, todo lo contrario, el camino resulta aun más dificultoso, un futuro visiblemente casi imposible. Bien dicen que el éxito no es para todos. Pero Antonio es una persona sumamente ingeniosa, con disciplina, tenacidad, personalidad propia y sin duda un talento excepcional.
Desde hace algunos años, se volvió una persona de equipaje ligero, construye y borra historias a diario, su lenguaje principal es el sonido de su guitarra. Su mayor reto en la vida no es precisamente superar alguien más sino encontrarse a sí mismo y lograr un equilibrio entre lo que ama, lo que le rodea, lo que desea y lo que debe hacer.
Los obstáculos y/o dificultades, en ocasiones suelen ser difíciles de superar, sin embargo él ha logrado tomar partida de ello para superarlos de manera admirable.
Hoy día, como en años anteriores, Antonio suele sentarse a solas, tocar la guitarra, pensar...  encontrarse consigo mismo desde su propia vida.
Ocurre a menudo que en un mundo lleno de superficialidades, los distintos cambios que surgen a nuestro entorno y las constantes competencias, suelen atacar a las personas y que éste muchas veces se ve obligado a cambiar, corriendo el riesgo de perder su propio yo hasta la extenuación. Pero en este caso yo reconozco siempre a la persona con la que suelo comunicarme desde cualquier medio, tal como lo venimos haciendo desde algún tiempo, a pesar de todo tipo de dificultades. Y, siempre me resulta impresionante esa forma tan encantadora y afable de las conversaciones, hecho que se queda grabado en mi mente con intensidad.

Si, lo sé, los años pasan y vaya si se van pasando de cada forma (para todos). Pero también sé que mi entrañable amigo, de corazón jazzista, día con día alimenta a ese ser humano con encanto e inspiración.

http://www.antoniomonterroso.com/


                                                                                                                                                  Li.Lo.

viernes, 4 de octubre de 2013

Desvanecer

–Todos los médicos son iguales. Sé que me dirán lo mismo de siempre, recetarán los mismos medicamentos, las mismas pruebas, tratamientos y las mismas palabras, aunque siempre traten de disfrazar o adornarlo todo como si fuera una especie de sello personal. Yo ya sé que no me curaré.  –Le dije.
 –Pero quizá con este médico todo sea diferente. Mejor. Pienso que un cambio en el tratamiento, por pequeño que sea, pueda tener algún beneficio y causar mejoras. No debes desanimarte.   –Me dijo.          –Yo no estoy desanimada. –respondí.

Silencio…
 –Supongo que estas harta y cansada, no solo de los médicos y sus tratamientos sino de las mismas palabras de todos.
 –Pues sí, la verdad es que sí, pero lo peor es el miedo. Es lo más horrible, y lo que más miedo me da, no es  el dolor en sí, sino imaginar el daño que aun pueda llegar.
Era un día miércoles de abril en que yo volvía a tener una cita con un nuevo médico. Como era la primera vez que me iban a revisar en ese hospital, la visita iba para largo, así que como en otras ocasiones, no quise que nadie me acompañara.  Sin embargo tres días antes, cuando yo había hablado con mi amigo, el insistió tanto en acompañarme que accedí a que nos viéramos al salir de mi consulta. Él dijo que me esperaría en la cafetería que estaba frente al hospital, a una hora que acordamos.
Aquella mañana yo no había desayunado nada, porque la cita médica así lo exigía y porque tampoco tenía apetito. Sin embargo, al cruzar por los pasillos de aquel desagradable lugar, deseé tanto una taza de café, que imaginé tan vivamente el aroma y su calidez. En aquellos pasillos solo había olor a medicina y enfermedad.
Me puse la bata, respiré hondo y cerré los ojos. Corre mi sangre a través de la jeringa. Se dilata y se contrae el tiempo y los silencios, como microorganismos bajo la lente de un microscopio. Y luego todo se disipa. No veo a la enfermera a los ojos, tampoco le contesto cuando intenta hacer conversación. Hace mucho que perdí el ánimo de hablar con la gente. Hago lo mismo con el médico cuando entra y creo que de entrada ya le caí mal.
Sentí frío,  mareo, un molesto hormigueo en los pies y nuevamente me dolía la cabeza con intensidad. Para consolarme, pensé en que quizá era por el hambre, y dije para mis adentros  al salir me bebería un latté  grande y me comería una dona de chocolate. Pero enseguida, esos ánimos se  esfumaron, el médico me miró con suma seriedad, luego percibí su pena y preocupación, nuevamente me pincharon, la inyección tarda en escurrirse por mis venas, no sé si ha sido él o la enfermera, empecé a ver todo borroso. Perdí el conocimiento.

 No sé si me encuentro aun en el mismo lugar, tampoco sé cuánto ha pasado desde que perdí la noción del tiempo en el hospital. Solo sé que ahora estoy en un lugar extraño, en un lugar donde no existe lo visible y lo irreal se hace presente. Por un instante siento la necesidad de que alguien sujeté mi mano o, de un hombro donde posar mi cabeza.  Pienso en mi amigo que se ha quedado esperando, pero…  enseguida reacciono. 
Aquí ya nada es posible. 

                                                                                                                                                  Li.Lo.

domingo, 18 de agosto de 2013

Amanecer

Últimamente vivir me cansa y  duele tanto. Me cubre de nostalgia.  Me cansa vivir en retroceso, volviendo todo el presente en un canto lastimero.
Mi estado ahora, es de permanente tristeza, dolor apagado y clandestino.
Es así como he aprendido a llorar en soledad, a dormir poco, a recordar mucho, a ocultar los sentimientos… en silencios prolongados.
Me alejo constantemente porque necesito un sitio propio, distante, un lugar en donde el aire que respiro encaje conmigo. Donde yo no represente un pero” o un “por qué para nadie.
… Durante un momento dejo la mirada perdida más allá de la ventana, sobre los postes de alumbrado, los techos, los muros, las antenas, imaginando que hay algo agradable y hermoso más allá. Los dolores de cabeza ceden un instante el paso a un estado de sosiego que pocas veces he podido experimentar. Entonces…
…  aparece él,  y se adueña por completo de mi mente, con su sonrisa melancólica, como el color del cielo, como el sol que lucha por asomarse tras los nubarrones negros. Yo lo veo como si fuese una imagen ilusoria, deseando siempre saber que hay de tras de ese gesto de tristeza que a veces contiene. Me acerco lentamente y le rozo suavemente las mejillas, lo acaricio, y luego le doy un beso… Él me respondes con un abrazo.
-Tú no eres como los demás.  Le digo.
-No, no soy como los demás. Dice.
Por supuesto que no lo es, él  no se presenta bajo el perfil de médico, profesor o político como lo hace mucha gente, él, dicho de otra forma es mi definición perfecta de ser feliz;  está a gusto con quien es, con lo que tiene y… está conmigo.  Me escucha y lucha por arreglar mi vida. Me muestra la otra forma de entender el universo.  
Acepta mi carácter débil que otros no entienden, mi desinterés por las cosas cotidianas, mi olvido frecuente de la existencia de este mundo. Mi eterna melancolía.
Aunque parece vivir en algún otro lugar,  él ha sido y es el único ser con quien no necesito acabar de entender el mecanismo de las cosas que me rodean. Es un sentimental, la persona más extraordinaria que conozco. Por él me vale reír, llorar y seguir.

Lastimosamente, a menudo me parece la repetición de un sueño, de algo experimentado en algún otro instante, porque  abro de nuevo los ojos y,  nuevamente se ha ido. Vuelve la realidad. Regresan mis dolores de cabeza, el malestar, el cansancio. Me esfuerzo para resistir el hastío y por revivir algún encanto que subsista.

                                                                                                                                           Li.Lo. 

domingo, 5 de mayo de 2013

Bienvenida...

Te dejaste venir casi repentinamente, aunque yo ya me estaba empezando a preocupar por tu tardanza,  estaba más que ansiosa de verte y sentirte. Ya sabes, no soporto, tu ausencia,  el contraste de tu existencia, más aun con la exageración de las temperaturas que me rodean…
Pues bien, hoy que venía en el autobús, de regreso a casa, el calor y, al cansancio del día anterior me habían envuelto en un leve sueño placentero, de pronto sentí como un chapoteo  resonaba en las ventanas, al ver no pude evitar mi emoción (ya me conoces, un tanto exagerada en casos como este), sonreí inevitablemente al escuchar los murmullos quejosos de la gente.
Me complace tanto tu presencia en mis días, en serio, y no me refiero a verte tras mi ventana, o cuando te escucho mientras estoy refugiada bajo mis frazadas por las noches. NO, pues si bien son tremendamente agradables esos momentos, lo que más me fascina de tu compañía es eso, tu compañía, tú y yo, un momento, en una misma vida. Inician entonces los días de lluvias constantes y hoy, antes de bajar en la estación que me corresponde, me he doblado alegremente los pantalones, dejo que del cielo caigas derechito a mi, sin prisa, con calma, aliviando las penas de mi alma.



                                                                                                                                                            LiLo.

jueves, 25 de abril de 2013

Entre letras...

No estaba lista para el adiós, el olvido. -pensé. Y trataba de prepararme para ello, ¡qué tontería!, pues nunca reparé en que sería yo quien se iría. Que yo me perdería, que me desvanecería para siempre y me aterró el hecho de pensar en que no estaba preparada. ¿Se prepara uno acaso para eso?, ¿Para perderse así mismo?
Desde entonces, tragar saliva me resulta casi como tratar de tragar piedrín. Me duele terriblemente desde el alma hasta los ojos que no logran contener las lágrimas.
...Entonces, pienso: "estoy por irme y no sé que decir". Quizá mejor sea no decir nada, a fin de cuentas en nada mejoran los hechos. El sentimiento siempre sería de pérdida, de adiós sin retorno. Y... a veces, me da la impresión de habitar sola yo este mundo caótico. Nostalgia de ausencias amontonadas, tristeza, angustia y ese vacío que jamás volver a ser ocupado.
Uno de mis grandes problemas era pensar demasiado las cosas, ¡cierto! y, cuando esto pasaba, era como la luz del sol... que empieza a atormentarme todos los días.
Pero ahora, eso ya no es un problema. Es posible que esta sea la última vez,  ya ni siquiera he de reparar en mis errores y olvidaré esa absurda obsesión de una perfección que nunca alcancé, lo cual me sumía en una honda melancolía.
Aun hoy como en aquellos días emerge de mi interior ese deseo voraz de tomar los libros, llevarlos de la mano o bajo el brazo y refugiarme en algún café. Entonces, desde un rincón, leer hasta obtener esa sensación acogedora, de sentimientos fortalecidos o, al menos lograr una leve paz mental. una especie de libertad fortuita.
No cesa la preguntas: ¿Cómo estas? cuando la respuesta es obvia y evidente, sin embargo cuando estoy con ánimos de hablar, respondo con un sarcasmo desmesurado, pero luego... me cala la pura esencia del dolor y la pena, y se endurece mi tristeza. es cuando me alejo, pensando en una vida simple, que fluye agradable y ligera, como las letras cuando se deslizan de la pluma al papel.
                                                                                                                                                 Li.Lo.

martes, 23 de abril de 2013

Leer y escribir




...

Como muchos, desde pequeña, al comenzar mi aprendizaje de leer y escribir, lo hice llorando, porque el pretender hacerlo me resultaba tan complicado, tan sin sentido. No entendía el por qué estaba obligada a hacerlo. Muchas veces me daba la sensación de que a todos se les daba tan fácil y ello me provocaba más desesperación y enojo. Pero entonces, conforme transcurrían los años y armada de una buena dosis de paciencia, tanto por parte de quienes tenían a cargo la tarea de enseñarme, como la propia, aprendí a formar palabras, a formar oraciones, frases y así sucesivamente las letras por si solas iban tomando sentido. Entonces como el mayor de los descubrimientos, o como quien te confía su más preciado tesoro o su más grande secreto, supe por vez primera del verdadero valor y significado de tener un libro entre las manos y, más que ser capaz de leerlo fue tener el deseo de saber lo que en ellos había escrito. No estoy muy segura de a qué edad fue, pero es posible que haya sido entre los 10 y 11, cuando para mi vida, los libros se convirtieron en una mezcla de sutileza, sentimientos íntimamente resguardados, relatos confidenciales. Había dejado de ser simplemente aquello que estaba obligada a leer en la escuela, para pasar a ser un invento sustancial, útil, maravilloso y personal.

Cuanto más deseos tenia de otro libro en mano para leer, más difícil me resulta conseguirlo. Tanto era el delirio, que muchas veces soñaba con tener una enorme biblioteca y que cogía de los estantes un libro tras otro. Era un sueño, si, pero jamás desistí y por fortuna los libros de una u otra forma desfilaron por mis manos, acariciaron mi mirada, habitando desde entonces en mi mente, enamorando constantemente mi existencia. Hoy, aunque no tan grande como en aquellos sueños, tengo una espléndida librera con una preciada colección de libros.

Hoy día (años más tarde), sigue haciéndome llorar el proceso de leer y escribir, aunque ya en menor frecuencia y las razones distintas. Ahora suelo reparar constantemente en los sentimientos que motivaron al escritor a plasmar las palabras que voy leyendo, y así seguir tratando de crear mis propias historias. Un escritor, un libro y lector, son uno mismo; crean emociones, llenan nuestras vidas con más vidas, alimentan nuestros sueños, deseos e ideas. Yo siempre, siempre he de resaltar mi infinita gratitud y admiración por los maestros de las letras, que, de no ser por ellos, no logro imaginar cómo sería el mundo (en todo caso, mi mundo), posiblemente ni siquiera tendría la capacidad o el razonamiento de imaginar y de sentirme tan llena de vida. 
Li.Lo.

sábado, 13 de abril de 2013

EL TIEMPO Y LO QUE VALE

¿Cuánto tiempo tenemos de conocernos?
En realidad nosotros nunca reparamos en eso, en todo caso, lo que si mencionamos de vez en cuando es el tiempo que pasamos sin comunicarnos.
¿Amigos…, amigos? No lo sé, pero lo cierto es que hay algo que hace que nuestra “relación” sea tan agradable cada vez que nos encontramos.
Yo, conscientemente reconozco que soy un desbarajuste de  cosas, y en muchas ocasiones me dan tanta vergüenza con migo misma, al recordar cuantas cosas digo, hago… y mucho de lo que soy. 
Tu, otro tipo de desastre, aunque un poco más aterrizado con los seres humanos “normales”.       Pero si bien es cierto, es que ambos hemos sufrido las inclemencias del destino, las tragedias inevitables, los estragos de nuestras propias condiciones. Y también es cierto que cada quien vive en un mundo donde ha creado otro pequeño mundo (un espacio invisible) en el cual se refugia nuestro verdadero yo, quien realmente somos, quien nos gusta ser. En ese mundo somos felices con lo que hacemos. Es quizá entonces, eso, lo que tenemos en común.
Porque dicho de otra forma, no tenemos nada en común. NADA.
¿Qué se yo de música electrónica, videojuegos o de avances tecnológicos? Lo mismo que tu de literatura,  de música clásica, cocina o de sobrevivir en las montañas.
A ti te gustan los gatos, yo les tengo fobia, pero ambos tenemos perros. Yo hablo mucho, tu casi nada. Yo siempre trato de buscar las palabras adecuadas para todo aquello que quiero decir, y tú siempre lo dices todo tal como te llega a la mente.
Pero, ¿Por qué escribo estas cosas? –  Sencillo.
Precisamente hoy, quiero hacerle justicia a tu tiempo, tu lealtad,  tu paciencia,  tu honestidad sin reservas, por tu aprecio, cariño sin medida y tu confianza.  Porque siempre me dejas hablar a mi ritmo desenfrenado (tantas veces aburrida y desesperante), se que te gusta comer todo lo contrario a lo mío y sin embargo siempre comemos lo que yo apetezco (agradezco profundamente además que te lo comas tan de buena gana), me alaga y estremece tanto el rito de las tardes de cafés y tiramisú… y mis relatos de lectura.
Hoy, a diferencia de días anteriores, me quede sin palabras (para agradecer y pedir disculpas). Porque fue una tarde esplendida; porque me invitaste a comer (comida vegetariana), fuimos al cine, me reí de ti más que tu de mí, escuchaste atentamente cada cosa que te contaba, me invitaste al café de siempre (mi favorito) y ese pastel que tanto nos gusta. Y además has pagado el regreso a casa, consciente de que te he dejado sin un centavo.
Muchas GRACIAS, H.A.
                                                                                                                                                       lilo.
PD. Contigo no sé si molestarme o tomar como un alago que te rías tanto de mis tics (ya sabes a cuales me refiero).

sábado, 2 de marzo de 2013

Deseos ilusorios

Deseo que el destino  me recete un poco más de tiempo para verte,
tiempo para respirar profundo. Abundante amor para darte,
encontrar y ser capaz de pronunciar las palabras exactas para mimarte,
para decirte cuán importante has sido en cada uno de mis días.
Darte suficiente calor en un abrazo que no sea tan pasajero… tan efímero,
sobre todo en días de frio, soledad, de vacío.
Silencio adecuado cuando las palabras están demás,
cuando los gestos se manifiesten por si solos.
… un poco más de tiempo, eso quiero.
Para sonreír en tu mirada.
No para pretender entender al mundo o que me entiendan,
tan solo unas horas más para llenar esos espacios de razones,
motivos reales para querer permanecer un instante más... a tu lado.
Pero entonces…  viene la realidad y me sacude.
Me envuelve  un prolongado silencio. Me canso
Se vienen los periodos de malhumor y de pena.
 Se me escapa el tiempo entre  pesadilla y sueño…
Se queda entonces mi deseo distante. Me duermo.
 
                                                                                                                                                      LiLo.