Ghandi dijo “Todo lo que hagas en la vida será
insignificante, pero es muy importante que lo hagas.” “Y todo lo que hagas,
hazlo de corazón”.
La vida muchas veces nos resulta un arduo
trabajo, una tragicomedia, un caos infinito. Y pocas veces nos detenemos a
saborear los esplendidos momentos que vivimos, y sobre todo a reflexionar sobre
lo efímera que puede resultar nuestra existencia.
Nuestra vida podría interpretarse como una pieza
de música que hemos de improvisar sobre la base del legado que recibimos, y si
alguien nos ofrece una muestra de su propio repertorio, debemos recibirlo con
generosidad. Cuando alguien nos regala un pedacito de su ser, lo que piensa, siente,
lo emociona o conmueve, inaugura en nosotros un contagio que debemos agradecer.
Nadie vivirá nuestra vida, nadie morirá nuestra
muerte, nadie dirá nuestras palabras, y sobre todo, nadie establecerá con los
demás las relaciones que sólo son nuestras. Nadie querrá a otro con nuestro
corazón. Por ello es tan importante vivir de verdad, en definitiva, hacerlo con
intensidad. No dejar pasar de largo esa irrepetible posibilidad. Pero para ello
no hay receta, ni consigna. Somos seres cotidianos que nos debatimos en un
mundo que queremos mejor, somos nostalgia del infinito, precisamos levantar los
ojos, mirar las estrellas, confundirnos con el universo y preguntarnos por el
sentido de nuestra vida. Y sobre todo, preguntarnos: ¿qué legado dejaremos un
día de estos? Porque llegará un día en que será tarde para dar respuesta
a esa pregunta. La vida es la que es, y en gran medida, la que decidimos que
sea, pero más allá de lo que entendamos de la vida, hay que implicarse, jugar
la partida, girar el tablero; llevar la vida en los propios brazos. No estamos
predestinados para nada, somos actores de esta vida que pudiera ser única.
Anticipemos entonces si el último día valoraremos positivamente nuestro
discurrir por ella. Aprovechemos cada oportunidad, pues, al igual que
pasa con el amanecer, si llegas tarde ya se habrá ido. Estar vivo es
mucho más que no estar muerto. Tenemos la oportunidad de elegir uno de los
futuros posibles, y para ello, hay que entretejer la vida con ilusiones,
porque son ellas las que construyen nuestros sueños. Y es cierto que la vida
muchas veces carece de sentido, que es un enigma lleno de incertidumbre y
grandes esperas. Razón de más para condimentarla con imaginación y fantasía. Y
terminar de entender de una buena vez, que lo importante en la vida no es el
éxito, sino el sentido. Y que sólo disfrutaremos de nuestra existencia cuando
seamos capaces de contemplar el paso del tiempo como un regalo, y de asumir
cada día como una oportunidad para reinventarnos y sonreír. No endeudemos la
vida, ni la convirtamos en una existencia de alquiler. Ella es un escenario
incesante de aprendizaje, que no te esclavicen los "no puedo" y los
"imposibles", porque entonces conviertes tu existencia en una
profecía autocumplida. Vive de forma deliberada y con una alta dosis de
ingenuidad. Que no importe el hecho de saber que no vamos a salir vivos de ella
y que aunque la ciencia nos diga que somos parte insignificante del cosmos,
jamás olvidemos que también somos insustituibles. Pero sobre todo, no abandones
tu paisaje sin haber encontrado un buen amigo, la vida no vale la pena sin un
vínculo de lealtad con el que deambular por ella. Vale la pena vivir por una
tertulia, una caricia, una sobremesa, un paisaje, un viaje, un libro o una
sinfonía. Pero si nada de nada viene hacia ti, entonces recurre al plan
"VE".