jueves, 25 de abril de 2013

Entre letras...

No estaba lista para el adiós, el olvido. -pensé. Y trataba de prepararme para ello, ¡qué tontería!, pues nunca reparé en que sería yo quien se iría. Que yo me perdería, que me desvanecería para siempre y me aterró el hecho de pensar en que no estaba preparada. ¿Se prepara uno acaso para eso?, ¿Para perderse así mismo?
Desde entonces, tragar saliva me resulta casi como tratar de tragar piedrín. Me duele terriblemente desde el alma hasta los ojos que no logran contener las lágrimas.
...Entonces, pienso: "estoy por irme y no sé que decir". Quizá mejor sea no decir nada, a fin de cuentas en nada mejoran los hechos. El sentimiento siempre sería de pérdida, de adiós sin retorno. Y... a veces, me da la impresión de habitar sola yo este mundo caótico. Nostalgia de ausencias amontonadas, tristeza, angustia y ese vacío que jamás volver a ser ocupado.
Uno de mis grandes problemas era pensar demasiado las cosas, ¡cierto! y, cuando esto pasaba, era como la luz del sol... que empieza a atormentarme todos los días.
Pero ahora, eso ya no es un problema. Es posible que esta sea la última vez,  ya ni siquiera he de reparar en mis errores y olvidaré esa absurda obsesión de una perfección que nunca alcancé, lo cual me sumía en una honda melancolía.
Aun hoy como en aquellos días emerge de mi interior ese deseo voraz de tomar los libros, llevarlos de la mano o bajo el brazo y refugiarme en algún café. Entonces, desde un rincón, leer hasta obtener esa sensación acogedora, de sentimientos fortalecidos o, al menos lograr una leve paz mental. una especie de libertad fortuita.
No cesa la preguntas: ¿Cómo estas? cuando la respuesta es obvia y evidente, sin embargo cuando estoy con ánimos de hablar, respondo con un sarcasmo desmesurado, pero luego... me cala la pura esencia del dolor y la pena, y se endurece mi tristeza. es cuando me alejo, pensando en una vida simple, que fluye agradable y ligera, como las letras cuando se deslizan de la pluma al papel.
                                                                                                                                                 Li.Lo.

martes, 23 de abril de 2013

Leer y escribir




...

Como muchos, desde pequeña, al comenzar mi aprendizaje de leer y escribir, lo hice llorando, porque el pretender hacerlo me resultaba tan complicado, tan sin sentido. No entendía el por qué estaba obligada a hacerlo. Muchas veces me daba la sensación de que a todos se les daba tan fácil y ello me provocaba más desesperación y enojo. Pero entonces, conforme transcurrían los años y armada de una buena dosis de paciencia, tanto por parte de quienes tenían a cargo la tarea de enseñarme, como la propia, aprendí a formar palabras, a formar oraciones, frases y así sucesivamente las letras por si solas iban tomando sentido. Entonces como el mayor de los descubrimientos, o como quien te confía su más preciado tesoro o su más grande secreto, supe por vez primera del verdadero valor y significado de tener un libro entre las manos y, más que ser capaz de leerlo fue tener el deseo de saber lo que en ellos había escrito. No estoy muy segura de a qué edad fue, pero es posible que haya sido entre los 10 y 11, cuando para mi vida, los libros se convirtieron en una mezcla de sutileza, sentimientos íntimamente resguardados, relatos confidenciales. Había dejado de ser simplemente aquello que estaba obligada a leer en la escuela, para pasar a ser un invento sustancial, útil, maravilloso y personal.

Cuanto más deseos tenia de otro libro en mano para leer, más difícil me resulta conseguirlo. Tanto era el delirio, que muchas veces soñaba con tener una enorme biblioteca y que cogía de los estantes un libro tras otro. Era un sueño, si, pero jamás desistí y por fortuna los libros de una u otra forma desfilaron por mis manos, acariciaron mi mirada, habitando desde entonces en mi mente, enamorando constantemente mi existencia. Hoy, aunque no tan grande como en aquellos sueños, tengo una espléndida librera con una preciada colección de libros.

Hoy día (años más tarde), sigue haciéndome llorar el proceso de leer y escribir, aunque ya en menor frecuencia y las razones distintas. Ahora suelo reparar constantemente en los sentimientos que motivaron al escritor a plasmar las palabras que voy leyendo, y así seguir tratando de crear mis propias historias. Un escritor, un libro y lector, son uno mismo; crean emociones, llenan nuestras vidas con más vidas, alimentan nuestros sueños, deseos e ideas. Yo siempre, siempre he de resaltar mi infinita gratitud y admiración por los maestros de las letras, que, de no ser por ellos, no logro imaginar cómo sería el mundo (en todo caso, mi mundo), posiblemente ni siquiera tendría la capacidad o el razonamiento de imaginar y de sentirme tan llena de vida. 
Li.Lo.

sábado, 13 de abril de 2013

EL TIEMPO Y LO QUE VALE

¿Cuánto tiempo tenemos de conocernos?
En realidad nosotros nunca reparamos en eso, en todo caso, lo que si mencionamos de vez en cuando es el tiempo que pasamos sin comunicarnos.
¿Amigos…, amigos? No lo sé, pero lo cierto es que hay algo que hace que nuestra “relación” sea tan agradable cada vez que nos encontramos.
Yo, conscientemente reconozco que soy un desbarajuste de  cosas, y en muchas ocasiones me dan tanta vergüenza con migo misma, al recordar cuantas cosas digo, hago… y mucho de lo que soy. 
Tu, otro tipo de desastre, aunque un poco más aterrizado con los seres humanos “normales”.       Pero si bien es cierto, es que ambos hemos sufrido las inclemencias del destino, las tragedias inevitables, los estragos de nuestras propias condiciones. Y también es cierto que cada quien vive en un mundo donde ha creado otro pequeño mundo (un espacio invisible) en el cual se refugia nuestro verdadero yo, quien realmente somos, quien nos gusta ser. En ese mundo somos felices con lo que hacemos. Es quizá entonces, eso, lo que tenemos en común.
Porque dicho de otra forma, no tenemos nada en común. NADA.
¿Qué se yo de música electrónica, videojuegos o de avances tecnológicos? Lo mismo que tu de literatura,  de música clásica, cocina o de sobrevivir en las montañas.
A ti te gustan los gatos, yo les tengo fobia, pero ambos tenemos perros. Yo hablo mucho, tu casi nada. Yo siempre trato de buscar las palabras adecuadas para todo aquello que quiero decir, y tú siempre lo dices todo tal como te llega a la mente.
Pero, ¿Por qué escribo estas cosas? –  Sencillo.
Precisamente hoy, quiero hacerle justicia a tu tiempo, tu lealtad,  tu paciencia,  tu honestidad sin reservas, por tu aprecio, cariño sin medida y tu confianza.  Porque siempre me dejas hablar a mi ritmo desenfrenado (tantas veces aburrida y desesperante), se que te gusta comer todo lo contrario a lo mío y sin embargo siempre comemos lo que yo apetezco (agradezco profundamente además que te lo comas tan de buena gana), me alaga y estremece tanto el rito de las tardes de cafés y tiramisú… y mis relatos de lectura.
Hoy, a diferencia de días anteriores, me quede sin palabras (para agradecer y pedir disculpas). Porque fue una tarde esplendida; porque me invitaste a comer (comida vegetariana), fuimos al cine, me reí de ti más que tu de mí, escuchaste atentamente cada cosa que te contaba, me invitaste al café de siempre (mi favorito) y ese pastel que tanto nos gusta. Y además has pagado el regreso a casa, consciente de que te he dejado sin un centavo.
Muchas GRACIAS, H.A.
                                                                                                                                                       lilo.
PD. Contigo no sé si molestarme o tomar como un alago que te rías tanto de mis tics (ya sabes a cuales me refiero).