miércoles, 22 de noviembre de 2017

La verdad es que no lo soy




La verdad es que no soy…. es lo que quería decirte. No soy diferente, o bueno, sí, pero no de la forma en que muchos piensan. No soy bohemia ni artista, no pinto, no dibujo, no toco ningún instrumento, no canto. No me gustan los conciertos y escasamente asisto a alguna actividad colectiva. No bailo, excepto cuando estoy de muy buen ánimo y a solas en mi habitación. No soy deportista, no soy gótica, mucho menos una mujer sexy,  popular y/o extrovertida, no soy miembro activo de ningún club o grupo social, tampoco soy una lesbiana que ha salido del armario y se siente orgullosa de ello. Nunca he sido una estudiante sobresaliente o empleada del mes, no soy una borracha o drogadicta, tampoco soy una genio, hippie, puritana, o una puta, ni siquiera una de esas chicas tímidas y de buen corazón que reparten a todo el mundo un “Que Dios te bendiga”.
No, no soy nada de eso, es lo que reconozco y escribo mientras lloro dejando caer las palabras de mis manos, pero sujetando mi corazón con demasiada fuerza como para no permitir que también este caiga.
Me gustan los libros, todo el mundo lo sabe — realmente amo leer—, también me gusta mucho escribir, pero sé que nunca estaré a la altura de ninguno de los escritores que he leído porque mis ideas son tibias, borrosas, absurdas, vacías,  están desordenadas y se desbordan hasta hacerme doler la cabeza. No hay nada diferente en eso, nada fascinante, interesante, que merezca la pena mirar, saber o conocer.
Además de leer, también me gusta mucho caminar (a solas)… y el café (una buena taza de café), aunque eso probablemente también ya lo sabes.
Tengo una cabeza con escasos horribles cabellos, y unos ojos eternamente cansados y de tonta. No me maquillo ni voy al salón, tengo un cuerpo que no es nada. Estoy demasiado delgada y cuando no lo era tanto también eso resultaba ser defectuoso para muchos, y mi boca es increíblemente fea. Mi ropa es una broma y mis bromas son desesperantes y complicadas y nadie más se ríe con ellas. Hablo como una imbécil cuando debo permanecer callada y cuando debo decir algo calló como idiota, no sé decir nada interesante o importante para la gente, simplemente parloteo o farfullo como una fuente rota, y casi siempre es sobre libros.
Suelo alejarme de todo el mundo y luego me enfado (y me duele) cuando me abandonan… Mis amigos se desvanecen como el humo del café cuando se enfría.
No soporto los ruidos de la gente, las aglomeraciones, el sol, el calor, el mar, y padezco de un eterno insomnio que con frecuencia invita a la migraña a hacerme compañía.
Trato de engañar y me pillan, me hago la interesante y meto la pata, soy incapaz de fingir que les creo a los mentirosos, y tampoco soy capaz de evitar el sarcasmo…
Detesto tantas cosas y amo otras tantas, pero por más que lo digo y aclaro nadie parece entenderlo. Así es como vuelvo siempre a esta isla.
Si, también supe amar, como una tonta, como una ilusa, pero hace mucho tiempo desistí de eso. No soy una romántica, ¡soy una tonta!. No soy nada que nadie desearía conocer. Soy una lunática que deambuló en busca de algo que no existía. Soy cada uno de los últimos detalles horribles en un mal disfraz de última hora. No soy diferente, en absoluto... Soy extraña, tal como me lo dijiste la última vez que me hablaste. Soy una imperfección imperfecta, una ruina ruinosa, unos restos manchados y tan destrozados que solo yo soy capaz de redescubrirme en lo que queda, después de cada rastro de dolor que la gente ha dejado en mí. Soy esto, a quién nadie le dedicará una bonita frase de elogio porque no tendrá de dónde cogerla.



Li. Lo.