lunes, 12 de noviembre de 2012

Sueño con sueño ausente




Son las 2:11 de la madruga, hay un eterno silencio que no logro ligar con la realidad, un silencio etéreo y lleno de fuerza que me hace sentir despegada de la tierra (es probable que sea el efecto de un medicamento que me introdujeron en el brazo izquierdo, al acostarme). Permanezco muda e inmóvil y dejo que se expanda la esencia de la nada. Fluye un aire de tristeza, pero como otras veces, soy incapaz de explicar lo que significa esta tristeza. Trato de descifrar con calma la luz y el calor que de mi interior se diluye, convirtiéndome así en un frigorífico humano, sintiendo como por pequeños instantes se sacude mi corazón. Sin embargo no logro discernir de si todo aquello se debe a un mal sueño, a un retazo de mi memoria o una alucinación con sensaciones y todo, causada por un desequilibrio entre mi existencia, el espacio y el tiempo.Mientras, mi cabeza sigue girando en torno a un sinfín de ideas y pensamientos (algunos absurdos y sin sentido) y, por un momento tengo la sensación que el tiempo marcha bastante lento, lo suficiente como para hacerme dudar si realmente estoy despierta o si me encuentr0 delirando dentro de un sueño. Sea como sea, quizá lo mejor es que me lo tome con calma, si es que quiero que esto acabe pronto o, al menos de buena manera.Los segundos como de gota en gota se van escurriendo y aunque parezca tonto, sin hacer nada, me siento tan cansada, como si el hecho de hablar de sueños o delirios (o en este caso, escribirlos), cansara tanto como si estuviese construyendo o tratando de reconstruir algo  real o palpable, en vez de intentar de descifrar  o explicar algo tan confuso, sin sentido y carente de importancia.… finalmente son las 4:45,  las horas recién pasadas, se me han ido en blanco, en mudo, en quedo. De cualquier forma, trato de que el cansancio no se adueñe de mi corazón, ya sabes, luego termina uno hablando más tonterías de lo “normal”, y al rato más que un ser extraño terminan describiéndote como alguien demente, trastornado y, en fin, llegando a este punto me acorde de una frase de Murakami en donde decía que; La palabra «corazón», en japonés, tiene un significado más amplio que en castellano; abarcando los ámbitos del conocimiento, los sentimientos y la voluntad, de manera que incluye conceptos como pensamiento, mente, alma y espíritu.Al acabar de escribir y de enviarte estas tonterías, me gustaría ir a prepararme un café, darme un baño en agua fría para espantar la sensación, de ese sueño profundo que nunca se asomo, que me mantuvo en vela. Y, luego de ello, no sé, quizá leer y comer algo, para luego afrontar y resistir al mundo real. Pero resulta que a mi mundo real, le antojan otras opciones, bajo otras perspectivas. Así que supongo que tendré que soportar otro tipo de hastíos desde este espacio. Desde otro contexto.           Li.

PD.  ¡Ah!, y por aquello de la curiosidad, mi aspecto luce algo extraño, mísero y exhausto. Espero que aun así me puedas seguir queriendo.

lunes, 5 de noviembre de 2012

SOY FANTASIA EN UN MUNDO REAL…



Camino en silencio por las mañanas y las noches,  todos los días. A veces parece que tuviera una verdadera vocación y pasión por mi oficio, en realidad no es así. Siempre voy comprometida, dispuesta y decidida a cumplir mi misión, pero de regreso, me siento tan cansada del entorno. ¿Estrés? si, en buena parte, pero… sobre todo es un efecto de melancolía.
Confieso  esas sensaciones, de cómo y cuando un amigo me sonríe con ligereza, ¡sí!,  es como uno de esos momentos en los que todos te sonríen pero que en realidad nadie se siente feliz, ni siquiera un atisbo de alegría.
Mi nombre es… ¡ah!, no importa, la mayoría de veces prefiero que sea solo así, sin calificativo o apellidos que conlleven prejuicios, tristezas añejas, penas y tormentos, sin remordimientos ni reproches.  Soy de complexión delgada, pequeña de estatura, siempre mucho más baja que el resto de las personas que se hallan a mí alrededor, piel morena, pero de un tono pálido descolorido, ojos siempre visiblemente cansados, cabello corto, poco espeso y sin ningún arreglo, mi vestuario nada elegante, nada llamativo, nada a la moda. Dientes un tanto torcidos y otro tanto amarillos por el delirio de la cafeína. Con aire lánguido,  bohemia, con la soledad colada, sin sonrisa fingida. No, no soy una chica atractiva, alguien de quien alguien más se pueda fijar, mucho menos de quien poderse enamorar.
En mis días, en mis horas, vive reproduciéndose una simultaneidad singularmente incompatible. Me es  tan complicado de explicarlo tanto en palabras como en hechos, aunque siendo bien honesta tampoco es que me apetezca mucho pretender hacerlo, al menos ahora ya no. Son esas sensaciones ( impresiones) de lo que representa para mí la vida, la muerte, el mundo que fluye y que flota a mi entorno, que se mezcla, que me hastía, y del cual no me logro despegar ni adherir; todo con su despiadada naturaleza inventada, aniquilando a su vez la belleza substancial, olvidada, ignorada, la que ya muy pocos ven, la belleza de hallarnos  intrínsecos…, de cuando yo siento  que venzo al tiempo desde otra naturaleza, casi contrario a lo físico, a lo material. Una armonía solemne, espiritual; aferrarme a esos instantes que quisiera prolongar para sonreír y hablarle a la verdadera esencia; las montañas, el frío, la lluvia. Así he ido caminando, deseando que ello no sea efímero, que perduré, que se prolongue para evitar que la muerte penetre nuevamente en  mi conciencia.
¿Por qué, tal como el pan, como el agua, como el dinero, no se escasea la tristeza?... o, al menos que el amor no se escatimara de semejante manera.
No acabo de entender cómo  exactamente es que funcionan las cosas o funcionan los hechos. Hoy  por ejemplo, mi materia yace repentinamente postrada, casi mortecina. Mi figura en forma natural, con menos masa, dolor agregado y un tono enrarecido. En realidad es una expresión espantosa, sombría. Pero raro es que, aunque sigo respirando nadie lo ve, nadie lo nota. Las escasas presencias que solía conocer, lucen ausentes, sus miradas  confusas lucen una extraña aflicción, manteniendo su distancia con austeridad. Me gustaría tenerla seguridad de que realmente me están viendo  o, que por lo menos ellos sepan el por qué están parados frente a mí.
Hoy el clima es mísero, entre el viento, el frío, la niebla, me siento envuelta en el mismo  manto liso, el aíre me sienta anémico, los ruidos a mi alrededor me vienen como ecos, este ambiente en nada me ayuda a superar el sentimiento de desvariar. Me han abandonado los pensamientos sólidos.
La verdad, me dolería y lamentaría profundamente el partir inesperadamente y  tener que decir adiós a mis noches de música, mis tardes de lectura, contemplación de cumbres, cielos iluminados, mis andanzas entre montañas, días de lluvia, mis charlas a solas o en gratas compañías, los sorbos de café lentamente para hablarle placido al corazón y con locura, sin articular palabra alguna  (… para resistir a los malos tiempos).
 Adiós a mis sonrisas con mirada emocionada, mi perfil sutil y confusamente  recortado, mi aspecto desencajado, bajo mi forma de especie irreal, indolente, autentica para mí. Tan desatinada con esta atmósfera, “el gran mundo con sus equilibrios”, sus satisfacciones, sus placeres convenidos, todo mezclado para ajustar con ellos mismos, como gigantes domesticados; con su tranquilidad, su inteligencia y fuerza imitada, con prisas y bullicios. Me asustan sus pretensiones de monstruos innovados.

Con un poco más de esfuerzo acomodo mi dignidad cansada y sobre los hombros yace mi conciencia equilibrada. Quizá haya juzgado con exageración algunos detalles, pero nunca fui una genio o una imbécil, es tan solo que razones tuve de sobra para despuntar los detalles de cómo percibí el mundo a mi entorno, las personas de quienes me aislé por parecerles inverosímil, por resguardar como tesoro la pureza moral, y por ello mismo sé que para mí no existe ni  existirá un camino diferente.  




lilo

martes, 16 de octubre de 2012

Impalpable entre los días…

http://www.youtube.com/watch?v=zCs1cr_sbEU   Después de varios días, esta mañana, pude levantarme tarde ya que las noches recién pasadas no había podido dormir casi nada como  otras veces. Me he quedado un momento más en la cama, viendo como el frío continúa descendiendo y, desde mi ventana me abriga la sensación de nostalgia que no acabo de quitarme  encima. Luego de pensármela un momento más, me levanto, voy al cuarto de baño y, me quedo parada frente al lavamanos, me sujeto de este como si tuviese la sensación de desvariar en cualquier momento y por un instante… cierro los ojos.
No… no, no, no. Me repito varias veces. Es demasiado temprano para entristecer, para caer, para dejarme vencer. Entonces, termino de componer mis ánimos lo más que puedo y me ducho sin ninguna prisa, enciendo la cafetera y me preparo un desayuno ligero, la que como siempre acabo comiendo en mi habitación, a solas, frente a la pequeña biblioteca.
Hoy hace un poco más de frío que ayer, no he pasado de escuchar algo de música y de leer como de costumbre, lo cual nunca me ha resultado fastidioso por más que lo repita con frecuencia. Escucho como el viento gélido sopla desde afuera, apresuro la taza de té, me pongo una chaqueta azul, hundo mis manos en los bolsillos, vuelvo a cerrar los ojos como si tratase de evocar un recuerdo muy importante que ahora parece hacerme tanta falta y lanzó la vista al techo como si de este me fuera a caer semejante deseo. Pienso en el olor de los cipresales, así que decido sin más salir a caminar un rato, con Portman y Elfamn sonando en mis auriculares, pongo en mi pequeña mochila, un libro, libreta, y otro poco más de té para llevar.


… Por estas y muchas otras tantas razones me gustaba estar contigo…, con tu presencia invisible, por estas y muchas otras tantas razones te echo tanto en falta y… me cuesta tanto asimilar el presente así, con las cosas que siempre me han gustado hacer pero ahora con el vació de hallarme sin ti, con esa pesada sensación y malestar de que no puedas volver a estar entre los confusos relatos  de mi existencia.
Anterior a todo esto, solía preocuparme tantas otras cosas, incluso al conocerte me preocupaba el hecho de qué pensaras de mí, sin siquiera imaginar lo agradable que sería caminar a tu lado sin tener que decir o pensar en nada. Si pudiera decir toda la verdad, diría que nuestra relación fue perfecta para ambos. Lo nuestro nunca fue una típica relación de personas normales y comunes, podría asegurar que esta es la razón principal por la cual nos sentíamos extrañamente tan bien acompañados, comprendidos y,  la vida tenía cierto placer y delicia oculta. Hay  tanto de ti que me florece a diario que, quizá sea por eso que siempre amanezco con la sensación de seguir soñado contigo, y así, entre realidad y fantasía… se me van los días.


 lilo.

martes, 9 de octubre de 2012

¡Días para llevar!


Días para estar aquí y quedarse en casa, días para salir y dejarse llevar. A veces queremos hablar y no sabemos qué decir, nos quedamos callados… cuando aquel silencio nos resultaba reconfortante, y en otras  ocasiones hablamos de todo y, ello hace parecer  que las alegría nos brotaran con mucha más naturalidad. A cada paso nos vamos sintiendo tan poderosos con nuestras propias teorías de la existencia.
Allí, en medio de miradas, bromas y sonrisas caemos en la cuenta de cuánto amamos la música, la comida, las montañas, las cumbres y aunque muchas veces ni nosotros mismos lo entendemos, amamos también el enorme y absurdo cansancio que en las alturas y tan lejos descubrimos, cuando exploramos las tierras propias y ajenas.  Con las copas, vasos o botellas de cualquier bebida, cantamos desafinados, melancólicos siempre, para brindar y beber en esos instantes, esas ideas esporádicas de que la vida es maravillosa  y otras veces una mala broma.  Si, ya sé que andamos medio locos, pero, ¡así somos!
Compartimos nuestras vidas sin importar si nuestras condiciones o ideologías son diferentes, sin importar de donde o cómo venimos. Disfrutamos del privilegio de gozar los hechos espontáneos, peculiares, inesperados, porque resulta que  “todo es por primera vez, alguna vez en la vida", aun sabiendo que las penas nadan inevitables en el interior de cada uno. Quizá esta sea otra de las tantas razones por las cuales nos refugiamos en algún rincón, a veces con silencio, a veces con bullicio. Algunos de pronto nos da por sentirnos parte del decorado de algún paisaje; un poco claros, un poco oscuros, y un poco alejados también, pero dignos sin duda, de quedar bien enmarcados en esos recuerdos para siempre de los paisajes de la memoria. Hay un encanto absoluto que se apodera de nosotros en las alturas,  algo que quizá, para muchos  parezcamos perdidos, ausentes, absurdos… sin embargo nosotros nos reencontramos y revivíamos  razones importantes de la vida, porque es aquí donde en medio de todo surgen las charlas que parecen ceremonias…aquí, donde nuestros hogares se encuentran lejos, aquí, donde nos reunimos entre las montañas, tiendas de campaña, una fogata,  y un autobús… la noche nos roza tan de cerca y nos cubre con un manto de neblina y fría briza. Acompañados y  solitarios en plena madrugada.
Luego de que la travesía acabe volveremos a ocupar nuestros lugares de siempre, como cuando el cielo oscuro se vuelve a llenar de estrellas, como cuando el sol vuelve a cumplir su jornada para hacer el día.
Como en otras ocasiones, cae la noche y el retorno es inevitable.
Al bajar del autobús no quiero tornar atrás, porque quiero volver a descubrir nuevas, amplias, reducidas, perdidas poblaciones; entre pausas, chistes paradójicos,  cancioncitas de venas abiertas y ese cansancio atroz, ¡sí!, con todo y todo, otro viaje con rumbo planificado, y a la vez indefinido, donde todo se determina al azar, impredecible.
…En otra estación quiero que nos volvamos a encontrar para dejarnos llevar kilometro a kilometro, y disfrutar  de nuestros días para llevar.
Li. Lo

martes, 11 de septiembre de 2012

Mi rincón para leer: ¿Existe la buena literatura?

Mi rincón para leer: ¿Existe la buena literatura?: FUENTE: eternacadencia.wordpress.com   Hay una pregunta que ha perseguido a lectores, críticos y escritores generación tras generación:...

jueves, 9 de agosto de 2012

Viajando en autobús… (Diario de una pasajera)

Cuando intento subir el primer escalón, siento que alguien me ha jalado por detrás de un solo tirón. Es el conductor que ha metido sin pensar la pata al acelerador. Estoy en Guatemala, acabo de abordar un autobús.
Como ya es normal, según oigo del resto de pasajeros, por aquí dentro apenas hay lugar para ir parado, no digamos para ir sentado (lo cual resulta igual de incómodo por lo inaudito de los asientos), sin embargo lo curioso de esto es que el ayudante del conductor vocifera con fuerza y brutalidad que aquí dentro aún hay espacio… y nos pide que nos corramos.
El conductor sigue acelerando y frenando con una brusquedad súbita  que me hace pensar que jamás antes ha estado al volante de un vehículo y que por lo visto intenta con saña, de cual testarudo, conducir este, en el cual vamos casi un centenar de personas.
Hoy, como la mayoría de veces en esta ciudad el calor es sofocante, y dentro de esta lata atiborrada de humanos, la sensación es peor aun. Alguien me ha machucado los pies, y la vez yo, sin la menor intención le he dado un empujón a alguien más. A estas alturas ya todo el mundo lleva cara de cansancio, molestia, irritación, fastidio y miedo, ¡si!, miedo, porque resulta que repentinamente sube alguien gritando frases, que ha grabado con una ridícula exactitud, del que a pocos minutos después vendrá a este mismo transporte, y dirá lo mismo que el siguiente y el siguiente y el siguiente, todos con esas palabras disfrazadas de “te vendo algo” o “regálame una ayudadita”, las cuales en realidad quieren decir (algunos con miradas y gestos bastante obvios): “o me lo das o te lo robo”…
El colmo de todo es que, por más raro que para algunos como yo parezca, la gran mayoría de las personas que vamos a bordo de esta o en cualquier otra unidad de transporte semejante, prefieren callar y fingir (o pretender) que todo esta bien. Nadie dice nada, y si alguno se atreviese a protestar, su voz además de no hacer eco, será sujeto de burlas y de críticas (o en el peor de los casos, su vida resultase amenazada).
Estoy exhausta, y me encuentro aun distante de la estación de mi destino. Mi jaqueca ya se ha vuelto intolerante, tanto por el calor que aquí dentro me sofoca, como por el estruendo  que emiten las bocinas de la radio que trae la camioneta (para gusto del conductor y su ayudante claro está), y que todos nos vemos obligados a escuchar; este es una mezcla de sonidos extraños, que carecen de razón,  cultura y, que puede ser todo menos música.
Ya voy cerca me digo sin emitir sonido alguno, para intentar animarme y poder soportar el tramo restante. Me duelen las manos por los tirones que no deja de dar el conductor  (como si este fuera un carrito de feria), y siento hinchados los pies porque desde que subí, hace ya más de una hora en este cacaste, a duras penas he podido estar de pie.
Por mi mente ha pasado la idea de bajarme de este traste y continuar a pie, pues sin duda seria preferible el cansancio a esto, sin embargo tanto yo como la mayoría de los que aquí venimos, carecemos por ahora de más tiempo para desplazarnos a estas distancias, y para otros la carencia de fuerzas (véase ancianos, niños, discapacitados, embarazadas, y otros).
Ahora que ya voy cerca, otra angustia me ha saltado, ¿Cómo le hago para salir de aquí?, ¡ni siquiera puedo  medio girar!, trato de pedir permiso para poder escurrirme entre todos pero no lo consigo, mientras tanto alguien, a quien no logro ver me ha gritado que empuje a todos si quiero bajar. Viendo que la situación es mucho más complicada de lo que pensé, hago caso a lo que me han anunciado y empiezo forzar entre todos y a pedirles,  de diestra a siniestra, que me dejen salir. Luego de una larga lucha, golpes, empujones por un lado y por el otro, sudor ajeno que se mezcla con el mio y que esta apunto de hacerme llorar y vomitar a la vez…
Por fin logro salir, casi de la misma forma en que subí; con la sensación de que me han bajado de un empujo y que con un poco de suerte no me he ido de cara contra la acera. Luego del humo espeso y tóxico que me ha obligado a inhalar en su acelere, al fin puedo sentir alivio.
Veo como el autobús se aleja y en este preciso instante me digo frustrada y decepcionada por mi suerte, “ya no quisiera volver a subir allí”…    pero sé, para mi desdicha, que mañana, casi a la misma hora abordaré de nuevo otro autobús.
lilo


domingo, 29 de julio de 2012

Cine Puro: Crítica de Never let me go (Nunca me abandones)

Cine Puro: Crítica de Never let me go (Nunca me abandones): Nota: 9,5/10 La novela bajo la cual está adaptada esta película fue un best seller en el 2005, cuando Alex Garland leyó la historia antes...

jueves, 19 de julio de 2012

Tiempo sin espacio (... distancia que no veo)

A veces me da la impresión de que tan solo nos separa una delgada pared (así de asombrosa la imaginación). Te imagino en tu espacio, allí tan cerca, al otro lado, el cual en ocasiones creo inmenso, amplio, lleno de emociones, en otras creo que es pequeño, lejano del mundo, un sitio ajeno, acogedor, tan solo tuyo… guardando un equilibrio entre tú, la música y tus ilusiones. Supongo que de cierta forma es así según sea tu estado de ánimo. Mírame aquí haciendo una armazón de tu existencia. … yo por mi lado, un tanto de la misma manera. A veces quisiera tan solo acercarme a esa pared y escucharte del otro lado, saber que estas pegado a ella y susurrarme desde allí; oírte decir que todo va bien, que aunque nuestras vidas a ratos de complican, otras se descomponen, que aunque muchas veces nos sentimos felices, bien acompañados o simplemente disfrutamos de nuestra soledad. Ambos estamos juntos, que nos acompañamos y apoyamos. Que no nos olvidamos. Que tan solo nos encontramos en otro punto de la pared.                                                                                  Sí, solo hay una pared, esa que no nos deja vernos, escucharnos cuando lo necesitamos, que nos limita de  sentir ese contacto físico tan substancial y urgente a veces como lo es una mirada, una caricia, una sonrisa, un abrazo o… un beso.
Hace poco quería contarte muchas cosas. De todo; de un día alegre, una visita, un enojo, de tantas emociones. El caso es que pensé: “por la noche le contaré”. Llego la noche y me sentía casada, más no tanto como para no escribir un breve y un minucioso correo, y sin embargo no lo hice y me dije que al día siguiente te escribiría.
Paso el siguiente día y no sé cuantos más. Recordé que tiempos atrás me moría por escribirte a diario, y si mal no estoy nuestra comunicación era  mucho más frecuente. No era falta de tiempo. No entendí que pasaba, no es que no me acordara de ti o que no te quisiera escribir, tampoco era el tedio de alguna rutina o aburrimiento. Esto me hizo detenerme en seco y pensé que, de pronto ya no sabía cómo o que decirte y antes de pasar a pensar otra cosa que considero hubiera sido un tremendo error, reflexione en algunos recuerdos inolvidables que compartimos y me di cuenta de que, en realidad tenía miedo de algo que en estos momentos no soy capaz de explicar.
Entre  – tu y yo-  hay una amistad sin falsedades, sin condiciones, orgullos absurdos; es espontanea, con muchas interrogantes pero sin necesidad de respuestas, sin esas pretensiones que suelen alejarnos del espacio (mundo, futuro, destino) deseado. Una extraña alegría de compartir nuestras vidas tan distintas y en común a la vez.
Por un momento creí desaparecer esa pared, mas mi conciencia me obliga saber que esta ahí. ¿Qué si algún día la cruzaremos o desaparecerá?, no lo sé…

Concluyo entonces que me da lo mismo que sea un gigantesco muro, un abismo o una galaxia. Me quedaré pegada a esta impalpable pared para que recuerdes que siempre estaré aquí.

lilo

miércoles, 18 de julio de 2012

La Mochila de Andrés

Miraba su mochila con frecuencia, incluso hasta soñaba las cosas que guardaba en ella, los objetos que en sus viajes le acompañaría, pero sobre todo ahora,  en el viajes que se convertiría en el primero de los  más importantes de su vida.
En algún momento libre, en casa o en el trabajo, procuraba siempre darle una mirada tanto de curiosidad como de deseo.
Paso entonces algo, a unas cuantas semanas del gran viaje.
Andrés charla conmigo, una tendida conversación, y aunque es a través de una delgadísima línea invisible, la de los móviles, resulta ser tan cercana como personal la conversación, que siento como si ambos estuviésemos en la sala frente a frente o a la par y, he de agradecer lo del tiempo ilimitado, así pues la platica de ese día se prolonga. Decía  entonces, se desarrolla una magnifica conversación que  nos introduce en una agradable diversidad de temas, hasta que llega el turno de la mochila.
Ah, la mochila. No sabría explicar cuanto y como reí en ese momento, después de acabar nuestra conversación y cuando estuve apunto de quedarme dormida, e incluso al siguiente día cuando ya me apuraba con desvelo y todo para el trabajo, a medio desayuno se me deja venir inesperada una risotada. Mi madre que paso  de imprevisto  me divisó riendo a solas en el comedor, me mira entre encrespada  y extrañada, y antes de que dijera algo le he dicho que no pasa nada, y me apresuro a salir de casa antes de que me alcance algún comentario o pregunta.
El asunto iba así, Andrés me cuenta con mucho entusiasmo sobre la mochila que tanto anhela, escucho en su voz esa alegría y orgullo por  aquel objeto. Y, como una vieja costumbre, mi mente va pintando el panorama y entonces lo veo aquí;  imagino el gesto, la mirada, y hasta el andar…
Hasta  allí todo iba bien, hasta que él, totalmente sumergido en su historia me describe un punto en el que dice: “Entonces, me fui a ver mi mochila”.
Ya no recuerdo exactamente que fue lo que me causo tanta gracia, si lo que dijo o el tono en que lo dejo venir. Solo sé que fue en ese preciso momento en el que me brotó una risotada (con hipo y todo) que ya no podía controlar, al inicio el no lo había notado y seguía de lo mas tranquilo hablando,  hasta que notó como yo parecía ahogarme en carcajadas. Y sin explicarse exactamente del, por qué de la risa, terminó riendo él también.
Y es que imaginen a Andrés, caminando lento y ausente en si, un tanto extraño como absorto, acercándose a algo que ha llamado su atención dentro de algún amplio armario o alguna especie de baúl o gaveta. Allí iba entonces, ensimismado, buscando con la mirada “su mochila”, que claro hasta entonces ¡solo lo proyectaba la pantalla de su ordenador! 
                                 lilo