Días para estar aquí y quedarse en casa, días para salir y
dejarse llevar. A veces queremos hablar y no sabemos qué decir, nos quedamos
callados… cuando aquel silencio nos resultaba reconfortante, y en otras ocasiones hablamos de todo y, ello hace
parecer que las alegría nos brotaran con
mucha más naturalidad. A cada paso nos vamos sintiendo tan poderosos con
nuestras propias teorías de la existencia.
Allí, en medio de miradas, bromas y sonrisas caemos en la
cuenta de cuánto amamos la música, la comida, las montañas, las cumbres y
aunque muchas veces ni nosotros mismos lo entendemos, amamos también el enorme
y absurdo cansancio que en las alturas y tan lejos descubrimos, cuando
exploramos las tierras propias y ajenas. Con las copas, vasos o botellas de cualquier
bebida, cantamos desafinados, melancólicos siempre, para brindar y beber en
esos instantes, esas ideas esporádicas de que la vida es maravillosa y otras veces una mala broma. Si, ya sé que andamos medio locos,
pero, ¡así somos!
Compartimos nuestras vidas sin importar si
nuestras condiciones o ideologías son diferentes, sin importar de donde o cómo
venimos. Disfrutamos del privilegio de gozar los hechos espontáneos,
peculiares, inesperados, porque resulta que
“todo es por primera vez, alguna vez en la vida", aun
sabiendo que las penas nadan inevitables en el interior de cada uno. Quizá esta
sea otra de las tantas razones por las cuales nos refugiamos en algún rincón, a
veces con silencio, a veces con bullicio. Algunos de pronto nos da por
sentirnos parte del decorado de algún paisaje; un poco claros, un poco oscuros,
y un poco alejados también, pero dignos sin duda, de quedar bien enmarcados en
esos recuerdos para siempre de los paisajes de la memoria. Hay un encanto
absoluto que se apodera de nosotros en las alturas, algo que quizá, para muchos parezcamos perdidos, ausentes, absurdos… sin
embargo nosotros nos reencontramos y revivíamos
razones importantes de la vida, porque es aquí donde en medio de todo
surgen las charlas que parecen ceremonias…aquí, donde nuestros hogares se
encuentran lejos, aquí, donde nos reunimos entre las montañas, tiendas de
campaña, una fogata, y un autobús… la
noche nos roza tan de cerca y nos cubre con un manto de neblina y fría briza.
Acompañados y solitarios en plena
madrugada.
Luego de que la travesía acabe volveremos a ocupar nuestros
lugares de siempre, como cuando el cielo oscuro se vuelve a llenar de
estrellas, como cuando el sol vuelve a cumplir su jornada para hacer el día.
Como en otras ocasiones, cae la noche y el retorno
es inevitable.
Al bajar del autobús no quiero tornar atrás, porque quiero
volver a descubrir nuevas, amplias, reducidas, perdidas poblaciones; entre
pausas, chistes paradójicos,
cancioncitas de venas abiertas y ese cansancio atroz, ¡sí!, con todo y
todo, otro viaje con rumbo planificado, y a la vez indefinido, donde todo se
determina al azar, impredecible.
…En otra estación quiero que nos volvamos a encontrar para
dejarnos llevar kilometro a kilometro, y disfrutar de nuestros días para llevar.
Li.
Lo
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