Yo no bebo licor ni fumo, no consumo drogas, tampoco sufro de ansiedades por la comida, no soy adicto a la televisión, menos a la internet. Pero, bajo estas circunstancias, a algo debía aferrarme y… recordando cuanto te empeñabas en que optara por la tarea de escribir. Hoy me he animado y lo intento en tu honor. Llevo días tratando de escribir algo decente; pienso, me enojo y algunas veces lloro sin control. Me he detenido tan solo para ir al baño, comer y dormir algo. Si con esto no consigo desahogarme seguro entonces, moriré.
Un día lluvioso de junio,
hace dos años, optaste por aislarte de
la vida. Harta y oprimida del torbellino de las cosas de a diario que empezaban
a apoderarse de todo. Dejaste de comer con regularidad, renunciaste al trabajo,
te alejaste de tus amigos y te olvidaste de sonreír.
Te volviste una persona
invisible en todo el sentido de la palabra; invisible para los demás, invisible
para mí, inclusive para ti.
Yo traté de encontrarte. Te
busque y aun sigo en tu búsqueda, para
mí nada ha cambiado, excepto que ahora solo me encuentro con tu ausencia.
Todo este tiempo me he sentido completamente
solo. Sigo tratando de vivir con tenacidad y constancia, pero últimamente todo
resulta inútil. Aprieto con fuerza los dientes al recordar aquella frase que
decías cuando solía flaquear en los momentos como este (aunque pensándolo bien,
nunca hubo un momento tan de pena como este): “tú eres inmune al mundo”. Hoy, si
lo escuchara de nuevo, a viva voz de ti, te juro que vuelvo a mostrar la sonrisa
ancha que tanto me alagabas... ¿Ves porque me hace tanta falta tu regreso?,
necesito que vuelvas a ocupar tu espacio bajo tu misma forma de antes. Sé que
cruelmente el mundo ha rotado en contra tuya, lo sé. Te estrellaste tantas
veces y yo, por más que quise no pude hacer nada para evitarlo porque nunca
logre atravesar esa vía de dolor. Ahora quien vive como un fantasma soy yo, en
una casa pequeña que últimamente me parece enorme. Por momentos me siento preso
de un letargo emocional que me termina incapacitando para cualquier forma de
acción. Pero, ¡sigo aquí! Y tú… te has ido.
Nunca fuiste mujer de rutina,
a excepción de tus mañanas de deporte antes de ir a trabajar. Te esmerabas todo
el día y siempre sonriente aunque al final la tarde el cansancio luchaba por
derrotarte. Me encantaba ver tu sonrisa juguetona, tus cabellos alborotados,
tus gestos con la taza de café en la mano y esa emoción cargada de cuando
hablabas de los libros, aah… tus libros,
que ahora se encuentran regados con el misterio y la incertidumbre de si
los volverás a abrir. Había tantas cosas
en ti que me hacían tanta gracia, pero eran especialmente esos pequeños
detalles los que me hacían quererte y admirarte tanto.
Tengo miedo de enfrentar a
esta vida en tu ausencia, condenado a sobrevivir en un mundo al que tampoco yo
creo pertenecer ahora. Este silencio tuyo ya no me resulta conmovedor, todo lo
contrario, me parece horrible.
… ¿Te das cuenta de cuan
intolerable se ha vuelto todo esto?
He visto a tu amiguita de la vecindad esta
mañana, al verme ha levantado una mano y me ha saludado, también sus ojos lucen
sin brillo y una sonrisa opaca. Se ha acercado para hablarme, pero no habla, se
limita a mostrarme una fotografía que aguarda en un bolsillo. Eres tú y ella,
ambas sonriendo. Al reverso de la foto habías escrito: Such us life.
… me
has puesto tan cerca de las lágrimas. Las he derramado.
C
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