Últimamente vivir me cansa y duele tanto. Me cubre de nostalgia. Me cansa vivir en retroceso, volviendo todo el
presente en un canto lastimero.
Mi estado ahora, es de permanente
tristeza, dolor apagado y clandestino.
Es así como he aprendido a llorar
en soledad, a dormir poco, a recordar mucho, a ocultar los sentimientos… en
silencios prolongados.
Me alejo constantemente porque
necesito un sitio propio, distante, un lugar en donde el aire que respiro encaje
conmigo. Donde yo no represente un “pero” o un “por qué” para nadie.
… Durante un momento dejo la
mirada perdida más allá de la ventana, sobre los postes de alumbrado, los techos,
los muros, las antenas, imaginando que hay algo agradable y hermoso más allá. Los
dolores de cabeza ceden un instante el paso a un estado de sosiego que pocas veces
he podido experimentar. Entonces…
… aparece él,
y se adueña por completo de mi mente, con su sonrisa melancólica, como
el color del cielo, como el sol que lucha por asomarse tras los nubarrones
negros. Yo lo veo como si fuese una imagen ilusoria, deseando siempre saber que
hay de tras de ese gesto de tristeza que a veces contiene. Me acerco lentamente
y le rozo suavemente las mejillas, lo acaricio, y luego le doy un beso… Él me
respondes con un abrazo.
-Tú no eres como los demás. Le digo.
-No, no soy como los demás. Dice.
Por supuesto que no lo es, él no se presenta bajo el perfil de médico, profesor
o político como lo hace mucha gente, él, dicho de otra forma es mi definición
perfecta de ser feliz; está a gusto con
quien es, con lo que tiene y… está conmigo.
Me escucha y lucha por arreglar mi vida. Me muestra la otra forma de
entender el universo.
Acepta mi carácter débil que
otros no entienden, mi desinterés por las cosas cotidianas, mi olvido frecuente
de la existencia de este mundo. Mi eterna melancolía.
Aunque parece vivir en algún otro
lugar, él ha sido y es el único ser con
quien no necesito acabar de entender el mecanismo de las cosas que me rodean. Es
un sentimental, la persona más extraordinaria que conozco. Por él me vale reír,
llorar y seguir.
Lastimosamente, a menudo me
parece la repetición de un sueño, de algo experimentado en algún otro instante,
porque abro de nuevo los ojos y, nuevamente se ha ido. Vuelve la realidad. Regresan
mis dolores de cabeza, el malestar, el cansancio. Me esfuerzo para resistir el
hastío y por revivir algún encanto que subsista.
Li.Lo.
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