Ha partido…. (¿a una nueva vida?) otro de mis más preciados, respetados y admirados escritores, y bueno, fue algo tan repentino e inesperado que he necesitado un poco de tiempo para asimilarlo, no pude evitar encogerme en un rincón y sujetar mi corazón…
No debería de ser para tanto, me dijeron, pero desde el año 2014, poco después de leer uno de sus libros y descubrir “La Zona Fantasma” (su blog y columna semanal en el diario español El País), a la cual me suscribí para leer sin excepción cada fin de semana sus publicaciones, y que, desde diciembre de ese año hasta el 11 de septiembre del año actual (que fue cuando recibí la última columna que escribió), fue un soporte, consuelo, apoyo, sabiduría necesaria, sobre todo en medio de turbulentas circunstancias, momentos difíciles. Por eso, al recibir la notificación de su muerte fue como otro golpe bajo de la vida… aunque un triste y lamentable recordatorio del proceso natural de nuestras efímeras existencias, con su inevitable fin.
Javier Marías era el único escritor de quien leía una columna cada domingo (o sábado en la madrugada, por la diferencia de horario con Madrid), y en muchas ocasiones esperaba con ansia la publicación de sus escritos en La Zona Fantasma, pues como en alguna ocasión comenté a algunas amistades, sus novelas me parecían bastante originales, creativas y emotivas, un deleite, pero… pero sus columnas eran definitivamente excepcionales, ¡una gloria! Me encantaba lo certero, honesto y realista que era, la claridad de sus ideas, su amplio conocimiento sobre diversos temas, y tan reconfortante me resultaban esos razonamientos, que sentí alivio y gratitud por coincidir con su forma de ver la vida, su percepción del día a día, su juicio respecto a lo mal que estaban tantas cosas, su decepción, frustración y molestia sobre cómo habían cambiado los tiempos, lo mal que va el mundo, la evolución (¿o disgregación?) de las sociedades. Y por otra parte, admiré su pasión y apreciación por las artes, la cultura, las letras… la literatura, su forma de ser, vivir, su deleite por la existencia.
Se aproxima un nuevo fin de semana al cual ignoro si llegaré, pero de ser así, será ya sin esa extraña y discreta forma de felicidad, sin ese conforte que me proporcionaban esos escritos… Una zona ya sin su fantasma.
Amontonaré las zozobras que hoy me albergan, mis heridas, la congoja y aflicciones para buscarles otro bálsamo, otra voz, palabras a las cuales refugiarme en busca de consuelo, compañía, alivio.
Hasta siempre a otro apreciado maestro de letras, ha sido extraordinario y un inmenso placer leer todo cuanto nos pudo compartir, que escrito queda, no solo en tantas páginas (que ahora me parecen tan pocas), sino en mente y corazón, que conservaré para el día a día, como la única muestra de gratitud que me queda brindarle.
Y sí, sí ha valido la pena derramar estas lágrimas, escribir esto a estas horas de la noche, porque de una u otra forma me cambió para mejor la vida.
Gracias.
“Tantas cosas suceden sin que nadie se entere ni las recuerde. De casi nada hay registro, los pensamientos y movimientos fugaces, los planes y los deseos, la duda secreta, las ensoñaciones, la crueldad y el insulto, las palabras dichas y oídas y luego negadas o malentendidas o tergiversadas, las promesas hechas y no tenidas en cuenta, ni siquiera por aquellos a quienes se hicieron, todo se olvida o prescribe, cuanto se hace a solas y no se anota.” (Mañana en la batalla piensa en mí – Javier Marías).
Li.Lo.